Todos sabemos que en los relatos de la pasión de Jesús, en los
Evangelios, se cuenta que poco antes de morir y mientras estaba clavado en la
Cruz, Jesús dijo: “Dios mio, Dios mió
¿Por qué me has abandonado?”
Lo que está haciendo Jesús es rezar el Salmo
22, que es la oración de un justo perseguido injustamente. Y que si lo buscan
en sus Biblias van a ver que parece que estuviera describiendo todo lo que
sufrió Jesús en la Pasión.
Pero si nos dejamos conmover por ese grito orante de Jesús, podemos
escuchar que muchas veces también a nosotros Jesús nos puede decir con mucha
tristeza: ¿Porqué me has abandonado?
Lo abandonamos a Jesús de muchas maneras, no solo porque no vayamos a Misa.
También lo hacemos cuando no siempre es Dios nuestra primera opción o cuando no
amamos al prójimo como a nosotros mismos. Cuando no somos responsables, cuando
desobedecemos a nuestros padres y profesores, cuando hablamos mal de otro y le
sacamos el cuero, y un montón de maneras mas de ofender a Dios y al hermano que
cada uno bien sabe y no vale la pena enumerar, porque todos abandonamos a Dios
alguna vez al día…
Los tiempos fuertes del año litúrgico, como la Cuaresma, la Semana Santa, el Adviento... son una gran oportunidad que nos da la Iglesia de tomar
conciencia de nuestras debilidades y pecados. De recordar que Jesús vino al mundo y murió y
pagó por esos pecados. Que su amor por cada uno es tan grande que quiso hacerse hombre como nosotros y luego morir
por nosotros crucificado. Pero también son tiempos oportunos para recordar que su
misericordia es tan inmensa que resucitó por nosotros, para que nosotros
también podamos disfrutar de la plenitud de su Vida.
Aprovechemos a participar de las grandes Celebraciones cristianas, como la Semana Santa, para
estar cerquita de Jesús y poder de alguna manera devolverle tanto amor que nos
tiene. No lo abandonemos de nuevo pues El nunca nos abandona.
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