El campesino y el Rey




En la Celebración de Domingo de Ramos, pudemos notar claramente dos momentos. Uno de gozo y alegría, como los habitantes de Jerusalén, vivando al Señor como un Rey. Y pocos minutos después, toda la crudeza del relato de La Pasión, con la traición, el juicio, el maltrato, la crucifixión y muerte de Jesús.



La vida tiene también esos matices. A veces mucha alegría y euforia, y otros momentos tristes. Y esto lo experimenta toda persona en su vida. El cristiano también.



Y me hizo recordar un cuento de un Rey que gustaba hacer bromas y dar lecciones para que su pueblo mejorara cada día más. Un día, este rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra. Algunos pasaron simplemente dando una vuelta. Muchos culparon al rey por no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo nada para sacar la piedra del camino. 



Un campesino, que pasaba por allí con una carga de verduras, la vio. Al aproximarse a ella, puso su carga en el piso y trato de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró. Mientras, recogía su carga de vegetales, vio una bolsa en el suelo, justo donde había estado la roca. 



La bolsa contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey diciendo que el oro era la recompensa para la persona que removiera la piedra del camino. El campesino aprendió ese día que cada obstáculo puede estar disfrazando una gran oportunidad. 



Para el cristiano, la vida no se trata de una sucesión de cosas buenas y malas sin solución, sino que nuestra fe nos dice que tras todo el dolor de un viernes santo o la soledad de un sábado santo, siempre viene el domingo de Resurrección. Como dice el salmo que se leyó ayer en las Misas: El Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré?



En Semana Santa recordamos el gran obstáculo del pecado que Jesús quiso echarse al hombre porque los hombres no podiamos removerlo. El cargó con nuestros pecados y nos despejó el camino al Cielo. Entonces, la Semana Santa no es una semana de duelo, sino una semana de gran esperanza.



Tomando palabras del Papa Francisco, pedimos a la Virgen María “que nos ayude a vivir con fe la Semana Santa. Ella también estaba presente cuando Jesús entró en Jerusalén aclamado por la multitud; pero su corazón, al igual que el del Hijo, estaba dispuesto a sacrificarse”.

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