Un abuelo estaba hablando un día con su nieto. El
nieto lo veía preocupado por alguna situación que no comprendía y le preguntó
en que estaba pensando.
Y el abuelo le respondió:
- "Me siento como si tuviera dos lobos
peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador.
El otro está lleno de amor y compasión".
El nieto se quedó pensando, imaginando aquellos lobos, y preguntó:
El nieto se quedó pensando, imaginando aquellos lobos, y preguntó:
- "Abuelo, dime… ¿Cuál de los dos lobos
ganará la pelea en tu corazón?"
El abuelo contestó:
- "Aquél que yo alimente…. Si. El que yo
alimente ganará y el otro morirá…"
Es común que quizá hasta varias veces por día,
aniden en nuestro corazón sentimientos encontrados. A veces de bondad,
misericordia y amistad, y otras veces sentimientos de bronca, de enojo, de
división. Esos sentimientos no ganan la pelea con sus propias fuerzas, sino que
está en nuestra voluntad el dejar que uno u otro ganen. Si uno deja vencer
siempre los sentimientos negativos llegará un momento en que hasta nuestra cara
cambie para los demás. Siempre enojados, siempre mal dispuestos, siempre
negativos…
En cambio hay gente que es optimista por naturaleza e incluso en
situaciones difíciles es capaz de tener otra mirada. Como ocurre con un vaso
lleno hasta la mitad. Unos lo ven medio lleno y otros, medio vacío… y es el
mismo vaso. Pero la mirada es distinta.
Dice Jesús que la maldad y las malas
inclinaciones nacen del corazón del hombre, no de fuera. Lo que ocurre es que
cuando el hombre deja que esa maldad salga de el, ensucia todo alrededor y uno
llega a pensar que lo malo es del otro, sin percatarse las decenas de veces que
hemos dejado que en pequeñas cosas vaya ganando el lobo malo.
El desafío de esta semana es reforzar nuestra
voluntad para tratar de que lo que salga de nuestros corazones sean bondad y
unidad. Eso no es “reprimirse”. Eso es crecer en valores humanos.
Pidamos a nuestra Madre que nos ayude a tener los
mismos sentimientos que Cristo, que no dudó en perdonar incluso a quienes lo
crucificaron, a quienes habían soltado todos los lobos del odio contra El, que
nada malo les había hecho. Incluso en la Cruz vio el vaso medio lleno diciendo:
Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Ave María…
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