Había una vez un explorador que había regresado a su
ciudad luego de un largo viaje. Allí, las personas que conocían sus andanzas
por el Amazonas, querían saberlo todo acerca de esas aventuras. Pero ¿cómo
podía expresar con palabras lo que había sentido al recorrer semejante río?
¿Cómo explicar la belleza de los paisajes, de sus flores y bosques exóticos?
¿Los sonidos de la noche bajo un cielo impresionante de estrellas en medio de
la más absoluta soledad de la selva?
Y les dijo…: - La
verdad que no se puede explicar lo que es eso. Mejor vayan ustedes mismos a
descubrirlo. Nada puede sustituir a la experiencia personal. Y para
orientarlos, les hizo un magnífico mapa con incontables detalles.
Ellos tomaron el mapa admirados e hicieron copia y lo
empezaron a repartir y todos querían una copia del mapa del Amazonas. Y con el
tiempo, todo el que tenía un mapa se consideraba un experto y era capaz de
explicar a otro hasta el mínimo detalle, pero sin haber estado nunca allí. Conocían
cada vuelta y recodo del río…. Donde estaban los rápidos, las cataratas y las
aguas lentas… donde había cocodrilos y donde las orillas estaban infestadas de
víboras o leones… Conocían lo ancho y lo profundo del río.
Intelectualmente creyeron ser expertos, pero sólo uno era
experto: aquel que verdaderamente había explorado en persona aquel magnífico río.
A los cristianos puede pasarnos algo parecido con los
Evangelios. Todos tenemos alguna copia de ellos en nuestras casas. Pero tenerlo
no nos hace cristianos, como tener el mapa del Amazonas no nos hace expertos
exploradores.
Jesús, con sus palabras, con sus enseñanzas y las
enseñanzas de la iglesia, nos invita a hacer nosotros la experiencia de
recorrer y hacer vida esas palabras. Porque si no hacemos carne de experiencia
esas palabras, podremos saber mucha teología pero quizá nunca seamos santos. ¿Y de que serviría?
Un poco lo que pasa con el Papa Francisco. A todos les
encanta escuchar sus “relatos” que surgen de su onda experiencia cristiana y
hasta los que no son cristianos lo aplauden. Pero ¿cuántos estamos dispuestos a
hacer la experiencia de la vida cristiana que el ha hecho? ¿Cuántos estamos dispuestos a
perdonar a quien nos ofende? ¿A abrazar un enfermo? ¿A recibir a un pobre? ¿A
escuchar a un necesitado?
El Evangelio es un gran mapa que nos ha dejado el más
grande explorador de la naturaleza humana: Jesús. El nos ha mostrado el camino
de la felicidad y de la verdad pues, El es ese camino y esa verdad. No nos
quedemos sólo con las copias del mapa del Evangelio, sino abramos nuestros oídos
para dejar que sus Palabras entren en nuestros corazones y renueven nuestras
vidas.
Padre Nuestro…
San José
y San Leonardo…
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